La
bella se durmió, y perdió.
El noble
caballero escaló la torre y entró por una pequeña ventana, donde yacía dormida
la dulce princesa.
Tras él
huía montada en su escoba la bruja; —¡Espera! No te vayas— le suplicó él.
Ella se detuvo —¿qué quieres?
–– Quiero
irme contigo, es que siempre me gustaron las aventuras peligrosas.
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