Juegos
prohibidos.
La damita
puso cara de intriga picaresca, y lanzó la pregunta que daba inicio al juego:
––¿Verdad,
consecuencia u opinión?
––Verdad.
––¿Es
verdad que quieres casarte conmigo?
Él caviló
las posibles respuestas, e imitando la voz de un robot, se limitó a decir:
––Game
over.
Ella jamás
volvió a hablarle.
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