JENECHERÚ: El fuego que nunca se apaga.
Para quienes formamos parte del club, la historia ya es conocida; la
de los cinco “locos” tucumanos, que no dejarían que el tiempo y la distancia,
extinguiera el fuego que los apasionaba, la de los primeros bolivianos que
contribuyeron a labrar también esa locura, esta hermosa locura, que aun hoy
seguimos disfrutando.
Me niego rotundamente a dar un nombre, son tantos, dentro y fuera de
la cancha, que no quisiera cometer la gravísima falta, de olvidarme de alguien;
tantas almas alentando, tantos jugadores dejando hasta el último aliento y un
poco más. Con momentos agradables y llenos de gloria, con momentos de reflexión
y aprendizaje, también con momentos incómodos, como cuando en alguna tribuna
tuve que oír mas de una vez: “parecen
animales”, y preferí callar, hoy ya no lo haría, desde mi posición
contestaría: ”sabe que si? algo de animales debemos tener, los animales no
fingen su amistad, la entregan sin conveniencias, y sin esperar nada a cambio,
los animales también cuidan a sus hermanos ferozmente, los animales no se
guardan nada cuando juegan, entregan todo; sin duda, algo de animales tenemos
en nuestro club”.
Por eso no hablaremos de
personas, hablaremos de una familia, una que como todas fue creciendo de a
poco, primero con las chicas de jockey, que se sumaban a la idea de jugar defendiendo
este nombre, y porque no, de alentar a garganta viva a sus hermanos de fuego, con
esa extensión de sus manos en forma de palo, agitándose en el aire, así fue, nada
hubiera sido igual sin el aporte de ellas.
Y llegaron luego más
integrantes, los pequeños gigantes de las divisiones infantiles y juveniles, el
semillero que era nuestro futuro, y que demás está decir, no tardó en dar
frutos, grandes jugadores, honorables personas, todas forjadas en el fuego que
transmite el valor, y también los valores, y hoy nos enorgullecen con sus
nuevas hazañas, nuevos jóvenes siguiendo la misma senda, para asegurar la
continuidad de nuestra historia.
Y como también suele suceder
en toda familia, cuando esta parecía estar completa, nos sorprende la llegada
de una llama más, para avivar la creciente hoguera, las chicas de rugby
femenino, una demostración de tenacidad ante las adversidades, un ejemplo muy
digno de cómo salir adelante con lo que se tiene, recordándonos que la mejor
manera de aprender es cayendo y levantándose con más ganas que antes.
Aquí está mi familia señores, esa minúscula lumbre del 2004 es hoy
este impetuoso incendio; aquí está, en
cada una de las personas que tengo a mi lado, y en aquellos que se fueron, pero
siguen atizando desde donde estén, esta pira que estoy seguro ya nunca podrá extinguirse;
queda en cada uno de nosotros, la responsabilidad de seguir alcanzando metas,
de seguir creciendo, de seguir divirtiéndonos responsablemente, intentando a
cada paso no defraudar a quienes confiaron en nuestras manos este tesoro, que
repetimos en cada arenga, “el fuego que nunca se apaga” mientras nuestro corazón retumba ¡Jenecherú!.
Y por supuesto queda dar las gracias; gracias, a los que empezaron,
a los que se sumaron y siguieron, a los que siguen ayudando, lejos o cerca, a
las madres que lavaron ropa sucia de entrenamientos, a los padres que
acompañaron y se emocionaron, con un pase, con un try, a los que alientan, a los
que enseñan lo que asimilaron, muchas gracias a nuestros adversarios, de ellos
también aprendimos, y sin duda son parte de esta leyenda, que cuenta apenas con
diez jóvenes años, pero vividos con tanta intensidad que no nos alcanzaría una
enciclopedia para relatar tantas anécdotas y experiencias, así es nuestro
tiempo, no se mide solo en años, se mide en amistad y compañerismo, en lealtad,
en compromiso, en cada uno de los valores adquiridos, se mide en terceros
tiempos, en momentos de calidad, en recibir el tackle para que mi hermano
marque el try, en llevar la bocha y los palos de Jenecherú a buscar glorias en
arcos lejanos.
Felices 10 años entonces, familia, felices 10 años querido club.
Me despido haciéndome participe de una frase que quedó retratada en
nuestras memorias: “Así termina este
relato, de la mejor forma que pueden terminar las historias… con un comienzo”.
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