miércoles, 29 de julio de 2015

JENECHERÚ: El fuego que nunca se apaga.

JENECHERÚ: El fuego que nunca se apaga.

Para quienes formamos parte del club, la historia ya es conocida; la de los cinco “locos” tucumanos, que no dejarían que el tiempo y la distancia, extinguiera el fuego que los apasionaba, la de los primeros bolivianos que contribuyeron a labrar también esa locura, esta hermosa locura, que aun hoy seguimos disfrutando.
Me niego rotundamente a dar un nombre, son tantos, dentro y fuera de la cancha, que no quisiera cometer la gravísima falta, de olvidarme de alguien; tantas almas alentando, tantos jugadores dejando hasta el último aliento y un poco más. Con momentos agradables y llenos de gloria, con momentos de reflexión y aprendizaje, también con momentos incómodos, como cuando en alguna tribuna tuve que oír mas de una vez: “parecen  animales”, y preferí callar, hoy ya no lo haría, desde mi posición contestaría: ”sabe que si? algo de animales debemos tener, los animales no fingen su amistad, la entregan sin conveniencias, y sin esperar nada a cambio, los animales también cuidan a sus hermanos ferozmente, los animales no se guardan nada cuando juegan, entregan todo; sin duda, algo de animales tenemos en nuestro club”.
                Por eso no hablaremos de personas, hablaremos de una familia, una que como todas fue creciendo de a poco, primero con las chicas de jockey, que se sumaban a la idea de jugar defendiendo este nombre, y porque no, de alentar a garganta viva a sus hermanos de fuego, con esa extensión de sus manos en forma de palo, agitándose en el aire, así fue, nada hubiera sido igual sin el aporte de ellas.
 Y llegaron luego más integrantes, los pequeños gigantes de las divisiones infantiles y juveniles, el semillero que era nuestro futuro, y que demás está decir, no tardó en dar frutos, grandes jugadores, honorables personas, todas forjadas en el fuego que transmite el valor, y también los valores, y hoy nos enorgullecen con sus nuevas hazañas, nuevos jóvenes siguiendo la misma senda, para asegurar la continuidad de nuestra historia.
 Y como también suele suceder en toda familia, cuando esta parecía estar completa, nos sorprende la llegada de una llama más, para avivar la creciente hoguera, las chicas de rugby femenino, una demostración de tenacidad ante las adversidades, un ejemplo muy digno de cómo salir adelante con lo que se tiene, recordándonos que la mejor manera de aprender es cayendo y levantándose con más ganas que antes.
Aquí está mi familia señores, esa minúscula lumbre del 2004 es hoy este impetuoso incendio;  aquí está, en cada una de las personas que tengo a mi lado, y en aquellos que se fueron, pero siguen atizando desde donde estén, esta pira que estoy seguro ya nunca podrá extinguirse; queda en cada uno de nosotros, la responsabilidad de seguir alcanzando metas, de seguir creciendo, de seguir divirtiéndonos responsablemente, intentando a cada paso no defraudar a quienes confiaron en nuestras manos este tesoro, que repetimos en cada arenga, “el fuego que nunca se apaga”  mientras nuestro corazón retumba ¡Jenecherú!.
Y por supuesto queda dar las gracias; gracias, a los que empezaron, a los que se sumaron y siguieron, a los que siguen ayudando, lejos o cerca, a las madres que lavaron ropa sucia de entrenamientos, a los padres que acompañaron y se emocionaron, con un pase, con un try, a los que alientan, a los que enseñan lo que asimilaron, muchas gracias a nuestros adversarios, de ellos también aprendimos, y sin duda son parte de esta leyenda, que cuenta apenas con diez jóvenes años, pero vividos con tanta intensidad que no nos alcanzaría una enciclopedia para relatar tantas anécdotas y experiencias, así es nuestro tiempo, no se mide solo en años, se mide en amistad y compañerismo, en lealtad, en compromiso, en cada uno de los valores adquiridos, se mide en terceros tiempos, en momentos de calidad, en recibir el tackle para que mi hermano marque el try, en llevar la bocha y los palos de Jenecherú a buscar glorias en arcos lejanos.
Felices 10 años entonces, familia, felices 10 años querido club.

Me despido haciéndome participe de una frase que quedó retratada en nuestras memorias: “Así termina este relato, de la mejor forma que pueden terminar las historias… con un comienzo”. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario